viernes, 20 de mayo de 2016


Hace cosa de días me llamó desde Buenos Aires mi hijo Ramiro Sergio, que está por culminar especialización médica, para saludarme y enterarse sobre los acontecimientos del terruño.

Debo confesar que buena parte del tiempo de esta inter-acción vía telefónica se centró en un intercambio de opiniones acerca de la perspectiva a la que apuntan los hechos y la dinámica política del actual gobierno de Santiago de Tolú, presidido por el empresario del transporte -médico además-, Tulio Patrón Parra.

El otro componente del diálogo versó sobre el debate nacional en torno al avance de los acuerdos de paz entre el gobierno del presidente J. M. Santos y la FARC-EP, y la inminente firma de éstos a corto plazo; y, claro, en este terreno, resulta obligatorio hacer referencia a la polarización que vive el país por cuenta de este trascendental asunto y los antecedentes políticos que rodearon la posesión y el curso posterior de los actos de gobierno del primer mandato del presidente actual y, la correspondiente diferenciación con su predecesor, hoy jefe del llamado Centro democrático.

Frente al primer tema, revisando algunos indicadores a vuelo de pájaro, ratificamos la esperanza de que las cosas en lo local evolucionen para bien del saneamiento y organización del ente municipal y de la vida de sus gentes, superando la horrible noche de la grosería e indelicadeza que alcanzó a entronizarse en el palacio de gobierno.

Con respecto al componente dos, coincidimos en la caracterización de la confrontación vigente en el país con grado de polarización, como el más grotesco ruido que ha suplantado el combate (racional) de las ideas y los argumentos.

En la raíz del grito, la bravuconada y la retórica estridente, se halla el tropel de los egos de obesidad anti-estética, desmedidos en su requerimiento de culto a la personalidad, amalgamados a sentimientos primarios y prosaicas prácticas, pero hábiles para revestirlas de bien común e intereses de patria.

En esta gesta grandilocuente, de impostación y ejercicio de impostor, el ex-presidente merece el mayor reconocimiento! Toda vez que por sí mismo y combinando todas las formas de actuación, perdón, de lucha, ha logrado minimizar su catadura profundamente inmoral emparentada con un sórdido mundo que desborda el código penal. Lo que de alguna manera abona para aseverar que tal señor jamás ha debido ser presidente de la república.

La discrepancia con mi hijo estuvo en su consideración según la cual quienes en el espectro político colombiano fungen de agentes o entidades claramente diferenciadas (y/o sus antípodas) respecto del susodicho personaje, rayan en la estupidez al darle pábulo a aquel al concederle la calidad de interlocutor legítimo. Y justamente, según acota Ramiro Sergio, es esto lo que mantiene vigente a quien fuera recientemente presidente y hoy senador.

En el momento lo adjetivé de idealista y no menos que simplista.

Este miércoles18 de mayo, después de leer en el periódico medellinense El Colombiano*, la columna “Cuando no llegan los Barbaros”, de Arturo Guerrero, he vuelto retomar la idea planteada por el hijo. El autor del artículo pareciera que pertinentemente llegara en su apoyo, al cierre de su artículo asevera: “No hay que enfrentarlo pues su munición pública es embaucadora. Basta olvidarlo, ignorar su trampa, dejar que vocifere solitario frente a las huestes lastimeras del pretérito.”

Y en líneas precedentes, Arturo Guerrero había invocado la palabra del escritor rumano Emile M. Cioran con su impronta aforística y sentenciosa: “Estáis tranquilos, olvidáis a vuestro enemigo que vigila y espera. Se trata sin embargo de estar preparado cuando arremeta. Vosotros venceréis, pues a él le habrá debilitado ese enorme desgaste de energía que es el odio.”

Y remata nuestro Columnista: “Quien quiera comprobar el efecto del odio como desgaste de energía, que repare en la fotografía del cizañero mayor: pelo cenizo, ojos inyectados, dedo tembloroso, ausencia de risa, rictus arisco, esqueleto que tiembla.”

Elemental y sabia recomendación: bajarlo del pedestal al que lo encumbramos, no concediéndole el carácter de interlocutor. Jamás perder la iniciativa y no incurrir en proceder reactivo. Que en honor a su megalomanía, emule, pero con dios!

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El Colombiano. Medellín 18 de mayo- 2016

Ramiro del Cristo medina Pérez

Santiago de Tolú, mayo 19 2016